martes, 30 de julio de 2013

LA NECESARIA REFORMA PARTIDARIA



Una amplia parcela de la vida institucional está paralizada, pretendemos abordar los problemas actuales con instrumentos del partido.

Hoy me permito incorporar un artículo publicado hace quince años que plantea propuestas de reformas partidarias que son radicalmente actuales.

La novedad estriba en haberlo escrito hace tres lustros y que siga vigente.



Hace quince años publiqué un artículo en la revista Sistemas (145-146/1988), que hoy me permito reproducir parcialmente dados los acontecimientos que en la actualidad arrasan nuestra sociedad, políticamente hablando.


Lo hago con cierto orgullo y no poca pena, porque los problemas que hoy sufrimos ya fueron advertidos hace unos pocos años sin que repararan en ellos quienes determinaban las políticas, las orientaciones y por supuesto las estructuras organizativas de nuestros partidos.

Veamos lo que pensaba en 1998. Creo que sigue vigente:

 Las sociedades son cuerpos vivos, con sus propias dinámicas y comportamientos; sólo en sistemas totalitarios es posible cohibir sus impulsos, lo que significa que en las Sociedades abiertas, la intervención política puede orientar, pero no conducir, por lo general, los comportamientos sociales.
Frente al modelo de partido organizado como coto cerrado, se propone un  partido que sin perder sus referencias ni sus señas de identidad ejerza su papel de  reflexión y análisis de las múltiples dimensiones de la vida social y sea capaz de  proponer a la Sociedad Civil un modelo racional, eficaz y atractivo de desarrollo económico y de cohesión social.
Existe un riesgo de que las organizaciones creen sus propias dinámicas, establezcan sus fronteras de entrada y salida y, de alguna forma, tiendan a aislarse de la vida exterior, Se establecen intereses colectivos y, aún dentro de ellos, intereses de grupo constituidos en auténticas sectas internas, al prescindir también de las ideas. Puede valer todo con tal de trabar lazos firmes de intereses en torno al poder.
Puede llegar un momento en el que el horizonte social, aquello que dio razón de ser a la propia organización, comience a desvanecerse y tomen mucha más fuerza los pequeños asuntos internos. La cooptación se disfraza de elección y domina ampliamente un sistema electoral indirecto. Las luchas por el poder, por pequeña que sea la parcela que se dirime, permiten ver pactos contra natura de carácter político que los años habían hecho también de carácter personal, Las ideas ya no son sino un estorbo, un obstáculo que sobra para poder moverse con plena comodidad.
En ese momento, la utilidad social se reducirá a su mínima expresión y lo que comenzó siendo una asociación en torno a la necesidad de trascender socialmente, acabe siendo una agrupación en torno a la necesidad de mantener un determinado estado de cosas.
Será difícil, llegados a este punto, que la sociedad aprecie la utilidad de las organizaciones que caen en este proceso degenerativo y ello significa que se pueden convertir en instituciones perfectamente prescindibles, cuando no plenamente deslegitimadas.
Los ciudadanos comienzan a pensar que los méritos que más valoran las estructuras dirigentes de los partidos, aquellos que sirven para progresar dentro de éstos, tienen poco que ver con los que socialmente son más valorados, importan más las fidelidades personales y la capacidad de hacer «maniobras», que la lealtad ideológicamente sustentada y que, por tanto, no es simple seguidismo acrítico. Por supuesto, tanto desde la ciudadanía como desde la militancia, se ponen en cuestión unos mecanismos de selección de candidatos o de listas electorales lejanos e incontrolables. Desde hace bastantes años, la elaboración de cualquier lista supone automáticamente la puesta en marcha de un proceso de contestación interna plagado de críticas (legítimas o por simple resentimiento, pero en todo caso numerosas) que puede percibir cualquier persona con capacidad para escuchar.
Frente a esa situación, sólo caben tres alternativas: la primera, aislarse, es decir, cerrar los oídos para no escuchar el ruido; la segunda, convertirse en un cínico capaz de funcionar en estas condiciones; la tercera, trabajar activamente para modificar la situación.
Algunos pensamos que la situación actual tiene bastante que ver con esa actitud de «oídos sordos» y que ésta constituye la más sólida garantía del suicidio político, porque es en sí un importante factor explicativo de nuestra limitada capacidad de articulación social, potencialmente muy superior pero disminuida por el hecho de que la actividad de los cuadros sólo se orienta hacia el interior del partido, que es precisamente donde se distribuyen los incentivos y el ámbito a través del cual puede alcanzarse un cierto liderazgo o estatus político.
Ante el escenario que proporciona este mínimo análisis del rol partidario, de los problemas orgánicos y de nuestros ciudadanos, se hace necesario replantear el desarrollo político a partir de la reforma de las estructuras organizativas.
Los partidos políticos son un elemento sustancial a la democracia y constituyen el vehículo más importante de participación de los ciudadanos en la política. Una vida orgánica verdadera y plenamente democrática debe ser garantizada por Ley.

La Ley de Partidos de Alemania puede ser un punto de partida adecuado para abordar este gran capítulo pendiente.
Esta Ley regula minuciosamente aspectos tales como:
-       Celebración de Congresos cada dos años.
-       Voto individual de los delegados.
-       Voto secreto en todos los procesos de elección interna.
-       Elección de los candidatos a diputados por las asambleas de afiliados (Ley Electoral y de Partidos).
-       Ordenación de las listas electorales mediante voto secreto de los delegados a las Asambleas de compromisarios (Ley Electoral y de Partidos).

En otros casos como en Bélgica se organizaron elecciones primarias con simpatizantes censados no por el Estado. Tuvo muy mal resultado, generó corrupción.
En el PSOE se han realizado elecciones primarias de carácter interno; pero la experiencia enseña que cuando el procedimiento afecta a un ámbito reducido tal como el regional, las direcciones tienen una capacidad importante de influir sobre los afiliados, lo que proporciona escasas posibilidades a aquellos candidatos, que aún disponiendo de alta proyección social, tienen escaso peso en los aparatos partidarios.
También será indispensable incorporar en las Agrupaciones Locales los mecanismos de elección directa, previa introducción de correcciones. El voto a las personas y no a las listas cerradas, es posiblemente el mejor modo y el más democrático para facilitar la promoción de militantes que representan distintas perspectivas, sustituyendo a compañeros desgastados o ineficaces.
No son, ni pueden ser los problemas técnicos los decisivos a la hora de definirse. El problema es ideológico, tiene que ver no sólo con el modelo de partido en el que uno crea, sino incluso con el modelo de democracia que uno formule como el más deseable para nuestro país y con el papel que, en él, se asigne a los ciudadanos
Por otro lado, un horizonte de reformas democratizadoras del sistema político español debería ser una de las banderas del PSOE en la oposición desarrollando propuestas concretas en todos estos temas.
La mejora de las estructuras debe hacer posible construir un modelo de partido que exprese en su interior la diversidad de posiciones ideológicas que han de convivir en un partido que no serán sino el reflejo de los distintos sectores sociales que emanan de la propia Sociedad en el seno del partido
Asimismo, es necesario abordar por Ley la financiación de los partidos. Es otro  de los puntos centrales en orden a recuperar la credibilidad social, que deben tener las organizaciones  partidarias Evidentemente, es necesario conocer ingresos y  gastos porque sin un conocimiento preciso de esos dos datos podríamos estar haciendo simplemente retórica.






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