Una amplia parcela de la vida institucional
está paralizada, pretendemos abordar los problemas actuales con instrumentos
del partido.
Hoy me permito incorporar un artículo
publicado hace quince años que plantea propuestas de reformas partidarias que
son radicalmente actuales.
La novedad estriba en haberlo escrito hace
tres lustros y que siga vigente.
Hace quince años publiqué
un artículo en la revista Sistemas (145-146/1988), que hoy me permito
reproducir parcialmente dados los acontecimientos que en la actualidad arrasan
nuestra sociedad, políticamente hablando.
Lo hago con cierto
orgullo y no poca pena, porque los problemas que hoy sufrimos ya fueron
advertidos hace unos pocos años sin que repararan en ellos quienes determinaban
las políticas, las orientaciones y por supuesto las estructuras organizativas
de nuestros partidos.
Veamos lo que pensaba en
1998. Creo que sigue vigente:
Las sociedades son cuerpos vivos, con
sus propias dinámicas y comportamientos; sólo en sistemas totalitarios es
posible cohibir sus impulsos, lo que significa que en las Sociedades abiertas,
la intervención política puede orientar, pero no conducir, por lo general, los
comportamientos sociales.
Frente al modelo de
partido organizado como coto cerrado, se propone un partido que sin perder sus referencias ni sus señas de
identidad ejerza su papel de
reflexión y análisis de las múltiples dimensiones de la vida social y
sea capaz de proponer a la
Sociedad Civil un modelo racional, eficaz y atractivo de desarrollo económico y
de cohesión social.
Existe un riesgo de
que las organizaciones creen sus propias dinámicas, establezcan sus fronteras
de entrada y salida y, de alguna forma, tiendan a aislarse de la vida exterior,
Se establecen intereses colectivos y, aún dentro de ellos, intereses de grupo
constituidos en auténticas sectas internas, al prescindir también de las ideas.
Puede valer todo con tal de trabar lazos firmes de intereses en torno al poder.
Puede llegar un
momento en el que el horizonte social, aquello que dio razón de ser a la propia
organización, comience a desvanecerse y tomen mucha más fuerza los pequeños
asuntos internos. La cooptación se disfraza de elección y domina ampliamente un
sistema electoral indirecto. Las luchas por el poder, por pequeña que sea la
parcela que se dirime, permiten ver pactos contra natura de carácter
político que los años habían hecho también de carácter personal, Las ideas ya
no son sino un estorbo, un obstáculo que sobra para poder moverse con plena
comodidad.
En ese momento, la
utilidad social se reducirá a su mínima expresión y lo que comenzó siendo una
asociación en torno a la necesidad de trascender socialmente, acabe siendo una
agrupación en torno a la necesidad de mantener un determinado estado de cosas.
Será difícil,
llegados a este punto, que la sociedad aprecie la utilidad de las organizaciones
que caen en este proceso degenerativo y ello significa que se pueden convertir
en instituciones perfectamente prescindibles, cuando no plenamente
deslegitimadas.
Los ciudadanos
comienzan a pensar que los méritos que más valoran las estructuras dirigentes
de los partidos, aquellos que sirven para progresar dentro de éstos, tienen
poco que ver con los que socialmente son más valorados, importan más las
fidelidades personales y la capacidad de hacer «maniobras», que la lealtad
ideológicamente sustentada y que, por tanto, no es simple seguidismo acrítico.
Por supuesto, tanto desde la ciudadanía como desde la militancia, se ponen en
cuestión unos mecanismos de selección de candidatos o de listas electorales
lejanos e incontrolables. Desde hace bastantes años, la elaboración de
cualquier lista supone automáticamente la puesta en marcha de un proceso de
contestación interna plagado de críticas (legítimas o por simple resentimiento,
pero en todo caso numerosas) que puede percibir cualquier persona con capacidad
para escuchar.
Frente a esa
situación, sólo caben tres alternativas: la primera, aislarse, es decir, cerrar
los oídos para no escuchar el ruido; la segunda, convertirse en un cínico capaz
de funcionar en estas condiciones; la tercera, trabajar activamente para
modificar la situación.
Algunos pensamos
que la situación actual tiene bastante que ver con esa actitud de «oídos
sordos» y que ésta constituye la más sólida garantía del suicidio político,
porque es en sí un importante factor explicativo de nuestra limitada capacidad
de articulación social, potencialmente muy superior pero disminuida por el
hecho de que la actividad de los cuadros sólo se orienta hacia el interior del
partido, que es precisamente donde se distribuyen los incentivos y el ámbito a través
del cual puede alcanzarse un cierto liderazgo o estatus político.
Ante el escenario
que proporciona este mínimo análisis del rol partidario, de los problemas
orgánicos y de nuestros ciudadanos, se hace necesario replantear el desarrollo
político a partir de la reforma de las estructuras organizativas.
Los partidos
políticos son un elemento sustancial a la democracia y constituyen el vehículo
más importante de participación de los ciudadanos en la política. Una vida
orgánica verdadera y plenamente democrática debe ser garantizada por Ley.
La Ley de Partidos de Alemania puede ser un punto de partida adecuado para abordar este gran capítulo pendiente.
Esta Ley regula
minuciosamente aspectos tales como:
-
Celebración de Congresos cada dos años.
-
Voto individual de los delegados.
-
Voto secreto en todos los procesos de elección
interna.
-
Elección de los candidatos a diputados por las
asambleas de afiliados (Ley Electoral y de Partidos).
-
Ordenación de las listas electorales mediante
voto secreto de los delegados a las Asambleas de compromisarios (Ley Electoral
y de Partidos).
En otros casos como en Bélgica se organizaron elecciones primarias con simpatizantes censados no por el Estado. Tuvo muy mal resultado, generó corrupción.
En el PSOE se han
realizado elecciones primarias de carácter interno; pero la experiencia enseña
que cuando el procedimiento afecta a un ámbito reducido tal como el regional,
las direcciones tienen una capacidad importante de influir sobre los afiliados,
lo que proporciona escasas posibilidades a aquellos candidatos, que aún
disponiendo de alta proyección social, tienen escaso peso en los aparatos
partidarios.
También será
indispensable incorporar en las Agrupaciones Locales los mecanismos de elección
directa, previa introducción de correcciones. El voto a las personas y no a las
listas cerradas, es posiblemente el mejor modo y el más democrático para
facilitar la promoción de militantes que representan distintas perspectivas,
sustituyendo a compañeros desgastados o ineficaces.
No son, ni pueden
ser los problemas técnicos los decisivos a la hora de definirse. El problema es
ideológico, tiene que ver no sólo con el modelo de partido en el que uno crea,
sino incluso con el modelo de democracia que uno formule como el más deseable
para nuestro país y con el papel que, en él, se asigne a los ciudadanos
Por otro lado, un
horizonte de reformas democratizadoras del sistema político español debería ser
una de las banderas del PSOE en la oposición desarrollando propuestas concretas
en todos estos temas.
La mejora de las
estructuras debe hacer posible construir un modelo de partido que exprese en su
interior la diversidad de posiciones ideológicas que han de convivir en un
partido que no serán sino el reflejo de los distintos sectores sociales que
emanan de la propia Sociedad en el seno del partido
Asimismo, es
necesario abordar por Ley la financiación de los partidos. Es otro de los puntos centrales en orden a
recuperar la credibilidad social, que deben tener las organizaciones partidarias Evidentemente, es necesario
conocer ingresos y gastos porque
sin un conocimiento preciso de esos dos datos podríamos estar haciendo
simplemente retórica.
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