viernes, 7 de noviembre de 2014

EVOLUCIÓN DE LOS SISTEMAS SANITARIOS

El desarrollo de los sistemas sanitarios públicos modernos que hoy conocemos en los países desarrollados se produce tras la Segunda Guerra Mundial y especialmente durante las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta del pasado siglo; acompañando a la recuperación económica de la posguerra y al desarrollo de las políticas económicas keynesianas características de esa época.

En la década de los ochenta y tras la resaca de la primera gran crisis económica de la postguerra, es cuando comienzan a generalizarse las señales de alerta.

La necesidad de hacer compatibles la autonomía profesional y la lógica económica es una exigencia racional. Pero, el reconocimiento general del problema no lleva, por sí solo, a consenso en cuanto a su solución.

martes, 14 de octubre de 2014

ÉTICA Y SALUD

El concepto de Ética Médica se entiende como los principios éticos que gobiernan la conducta profesional en el ejercicio de la medicina, tanto en lo que se refiere a las obligaciones de los médicos con los pacientes, como a las de aquéllos con otros profesionales.

Desde los principios éticos han de contemplarse las políticas de salud, los servicios de salud y la práctica médica.

Desde el respeto a los valores éticos, en todos los ámbitos, entiendo que, el Sistema Sanitario Público puede demostrar capacidad para dar respuesta a las demandas crecientes y satisfacer las expectativas tanto de los pacientes a nivel individual como del conjunto del sistema social.

martes, 10 de junio de 2014

PROFESIÓN MÉDICA Y SOCIEDAD

Los procesos adaptativos en las profesiones modernas son mucho más eficaces y ágiles que en las que -como la Medicina y el Derecho, por ejemplo- han alcanzado un elevado grado de institucionalización. La Medicina moderna debe adaptarse a las nuevas realidades sociales, demográficas, económicas, tecnológicas y políticas, sin que quepa interpretar éstas como el simple resultado de la acción reguladora arbitraria del poder sanitario (ya sea éste el Estado y/o los grupos empresariales del sector).

Este proceso adaptativo es difícil y conflictivo, porque choca de lleno con los valores tradicionales más importantes de la profesión: autonomía, relación benéfica, e incondicional con el paciente, desarrollo científico y tecnológico sólo condicionado por el estado de la Ciencia en cada momento, autonomía plena y con acceso ilimitado a los recursos disponibles y un elevado estatus profesional y personal -nivel de renta, prestigio, poder fáctico, etc., como miembros de la comunidad.

El tercer vértice del triángulo, junto con la Profesión Médica y el poder sanitario, son los ciudadanos, en su rol de pacientes. Los nuevos cuadros de valores firmemente instalados son más pragmáticos, utilitarios, e individualistas. Han caído grandes mitos y, entre ellos, el mito del Profesional como autoridad experta en un área de conocimientos expresamente reservada a su ámbito de actuación.

 El ciudadano desempeña un rol político más relevante que hace unas décadas y un rol social, mucho más activo. De  la beneficencia a los derechos, también en el acceso y uso de los servicios sanitarios. Ello lleva implícito un escrutinio mucho más severo de los servicios profesionales recibidos y, aunque la Medicina sigue poseyendo un halo de respetabilidad social muy alto, el reforzamiento del rol de ciudadano más informado y exigente se deja sentir claramente entre los médicos.

Si a ello le añadimos que las exigencias son sensiblemente superiores, sobre todo, en cuanto a confort, trato personal, accesibilidad e inmediatez, etc., podremos concluir que emerge y parece asentarse sólidamente un nuevo marco de relaciones entre el ciudadano, los servicios sanitarios y los profesionales de la salud.

El fuerte desarrollo del sistema sanitario no se ha realizado exclusivamente en base a la Medicina; sino que también se ha consolidado la enfermería y han ido emergiendo (técnicos, salubristas, pedagogos, dietistas, químicos, físicos, biólogos, informáticos, etc.) nuevas profesiones cualificadas que han pasado a desempeñar un papel esencial en las modernas organizaciones sanitarias. Las fronteras que separan a las diferentes profesiones se han ido difuminando y los puntos de fricción y colisión entre ellas han ido aumentando.

Por último, el fuerte desarrollo de la concepción empresarial de las organizaciones sanitarias -privadas, pero también públicas- ha introducido nuevas culturas y lenguajes en el mundo profesional y, sobre todo, ha supuesto la necesaria complementariedad de las decisiones médica y gerencial. La inclusión de estas culturas y lenguajes (eficiencia, costes, recursos, rentabilidad, evaluación externa, estrategia empresarial, cartera de servicios, efectividad, calidad, satisfacción de clientes...) es sumamente difícil y produce resistencias lógicas.

Todo lo anterior conforma un panorama difícil para la Profesión Médica, en todos los sistemas y países; cual es la necesaria adaptación a una realidad inevitable que se ve dificultada por el desarrollo de un creciente malestar, de la percepción de amenaza a valores y estatus, de resistencias a los cambios y de una cierta -y creciente- fragmentación interna en la profesión.

Ello da lugar a una cierta culpabilización recíproca, con la Institución Médica desarrollando sentimientos de amenaza a sus valores que atribuyen al poder sanitario, y éste desarrollando a su vez una preocupación cada vez más alta acerca de las consecuencias de la toma de decisiones sobre el gasto, la eficiencia, rentabilidad y efectividad de los servicios de salud.

La situación descrita es complicada de resolver, pero, sin duda, la mutua culpabilización sólo produce anticuerpos en ambas instituciones y paraliza la posibilidad de entendimiento; es por tanto necesario, para la salud del sistema un gran entendimiento, derivado de la comprensión de la realidad.

Las relaciones entre Medicina y Sociedad nunca han estado libres de tensiones; pero, exige una creciente mentalización de la Profesión Médica con respecto a un nuevo tipo de organización profesional al servicio de la sociedad y que, precisamente en ello, encuentre potenciado su rol social como Institución perdurable y necesaria.



lunes, 19 de mayo de 2014

LA MEDICINA, COMO INSTITUCIÓN SOCIAL

La Medicina, como Institución, se debate dentro de esta gran paradoja, en la que el centro de gravedad parece situarse del lado de las visiones tecnológicas, contrapuestas a las concepciones sociales. Ello no deja de ser congruente con las lógicas dominantes en las sociedades capitalistas avanzadas y con el despliegue de las capacidades mercantiles del complejo médico- industrial, así como con los valores inmediatos, consumistas y hedonistas característicos de esta sociedad que vivimos.

Todo esto tiene varias consecuencias:

La gran capacidad de la Medicina para solucionar problemas individuales, medicaliza importantes esferas de la vida social, como por ejemplo, las toxicomanías y el alcoholismo, los problemas de la ancianidad, la planificación familiar o un amplio campo de los comportamientos sociales, que son definidos en términos patológicos (depresiones, stress, conflictos familiares, fracaso escolar, problemas sexuales, etc...). No se trata de que estos ámbitos sean ámbito exclusivo de la Medicina, pero sí que, en su definición y tratamiento, la Medicina desempeña un rol fundamental.

La imposibilidad de que la Medicina dé respuesta adecuada a todos estos problemas (cuya génesis es social, demográfica, cultural, económica…, pero no orgánica) hace que su enorme capacidad y eficacia en el ámbito individual sea mucho más limitada.

Aún, más: conjuntamente con lo anterior, las enormes expectativas sociales que la Medicina despierta entre los ciudadanos,
acerca de su capacidad tecnológica y científica para dar solución - actualmente o a muy corto plazo- a las grandes o pequeñas patologías de nuestra civilización (desde el cáncer, las enfermedades cardiovasculares, el síndrome de Alzheimer, el SIDA o las alergias, hasta toda la amplia gama de trasplantes que prometen sustituir cualquier órgano deteriorado y colocar uno perfectamente funcional, pasando por los desórdenes de la menopausia o el crecimiento, las disfunciones del sistema inmunológico, las malformaciones fetales o el propio envejecimiento) ha ayudado al actual sobredimensionamiento de la Institución Médica, su omnipresencia social y, desde luego, al enorme crecimiento del gasto sanitario, que en estos momentos consume entre el 6% y el 15 % de la riqueza nacional en los países desarrollados.

Los grandes centros hospitalarios han sustituido, en la imagen pública, al médico de familia, como símbolo de la Medicina moderna; al tiempo, la tendencia creciente a la organización de los médicos de asistencia primaria en grupos -bien, bajo la dependencia pública, como en los centros de salud españoles, bien como agrupación profesional privada, lo que se da con cada vez mayor frecuencia incluso en sistemas tan dispares como el de los Estados Unidos de América y el del Reino Unido- parece ir minando la relación humana entre el médico y sus pacientes, cada vez más impersonal y, por ello, menos satisfactoria para ambos.

Los médicos de asistencia primaria oscilan entre dos polos: el de la funcionarización o asalarización, ninguno de los cuales es congruente con su sistema de valores, todo ello en un clima financiero restrictivo que tiende a controlar cada vez más intensivamente sus prácticas profesionales y su toma de decisiones.

 La imagen del profesional liberal autónomo va desapareciendo, al tiempo que la del médico de familia: bien, por la vía del salario, bien por la de la capitación, bien por la del contrato de tarifas pactadas, el médico de hoy es mayoritariamente un asalariado, en la concepción más amplia posible del término; se encuadra en organizaciones, comparte recursos y decisiones, es evaluado desde diferentes ópticas y trabaja en equipo con un horario.

Sin embargo, los médicos hospitalarios -teóricos beneficiarios del nuevo paradigma asistencial- tampoco permanecen ajenos a este clima de frustración; el hecho de que entre el 60% y el 70% del gasto sanitario se produzca en los hospitales y de que el fuerte desarrollo tecnológico y científico genere nuevas expectativas y demandas entre los ciudadanos, hace que las actividades profesionales sean objeto de control, evaluación y delimitación.


 La autonomía profesional se erosiona y el papel de los gerentes se ve potenciado por la necesidad de obtener cuentas de resultados financieras que permitan el mantenimiento de los servicios. Una vez más, el fenómeno es independiente del carácter público o privado de los sistemas. Sorprendería comprobar cómo el sistema que mayor desarrollo conoce de las fórmulas controladoras, evaluadoras e, incluso, coactivas (presupuestos clínicos, segunda opinión obligatoria antes de la cirugía, evaluación de procedimientos, listas negras con los mayores consumidores de recursos, compartición de riesgos económicos, re-certificación periódica obligatoria, control administrativo de las órdenes asistenciales, etc...) es, precisamente, el privado norteamericano.

jueves, 8 de mayo de 2014

MEDICINA, SOCIEDAD Y SALUD

Después de evaluar las relaciones entre la medicina  y la sociedad, la profesión médica y la sociedad, así como reparar en la medicina como institución social, entiendo y propongo que la relación entre la medicina y la sociedad debe establecerse sobre bases de cooperación mutua, teniendo siempre en cuenta que, en tanto que Institución Social, la medicina debe tener vocación de servir a la sociedad.

Se hace también necesario redimensionar la medicina tanto en su ámbito de actuación, como en sus limitaciones y posibilidades.

En su ámbito de actuación, evitando medicalizar la vida social y sin esperar que la medicina aporte soluciones a problemas cuya etiología no sea biológica sino social.

En cuanto a sus limitaciones y posibilidades, evitando depositar en la medicina capacidades que “chocan” con el estado de la ciencia en cada momento.

Desde el punto de vista de las interconexiones entre la profesión médica y la sociedad, parece asentarse un nuevo marco de relaciones entre el ciudadano, los servicios sanitarios y los profesionales de la salud.

Este artículo se desarrolla en tres capítulos: Medicina y Sociedad, la Medicina como Institución Social y Profesión médica y sociedad, que desarrollaré en tres semanas. 

martes, 8 de abril de 2014

EL SISTEMA NACIONAL DE SALUD (III)

El Sistema Sanitario Público ha de estar a la altura de los tiempos, para acabar con el mito de que “lo público es ineficiente”. No puede el sistema conformarse con lo simplemente aceptable y ha de aspirar a lo mejor; pero será necesario para ello hablar con claridad a los ciudadanos sobre los problemas comunes, que permitirá abordar las modificaciones necesarias para ofrecer soluciones y en definitiva liderar decididamente por los propios empleados públicos y su representación sindical y profesional un escenario social transformador.

martes, 1 de abril de 2014

EL SISTEMA NACIONAL DE SALUD (II)

La sociedad española ha cambiado mucho en los últimos años.

Exige, por ello, nuevos esfuerzos para armonizar mejor los diferentes puntos de vista, para entender la realidad y adaptarse mejor a las nuevas exigencias, para pensar el futuro en lugar de ser arrastrados por él, para innovar y crecer, para garantizar la adecuación de las previsiones financieras, así como extraer la mayor rentabilidad a cada euro invertido, en el horizonte de buscar la mayor utilidad social.

martes, 18 de marzo de 2014

EL SISTEMA NACIONAL DE SALUD ( I )

La configuración del Sistema Nacional de Salud (SNS) en 1986, a través de la Ley General de Sanidad y las múltiples ofensivas que ha soportado el Sistema Sanitario Público (SSP), allí diseñado, aconsejan que revisemos distintos aspectos de SNS, para recordar la realidad, y evitar nuevos equívocos.
El SSP. es un esfuerzo que merece la pena porque es de todos y para todos, porque todos los ciudadanos tienen iguales derechos y obligaciones, y acceden a él por le mero hecho de serlo.
Es el SNS, el resultado del esfuerzo de distintas administraciones públicas que han de adoptar las decisiones coordinadamente cerca de los ciudadanos, expresando que no todo en la vida encaja en la lógica económica; pero aporta estabilidad social y se ha consagrado como un sector científico y tecnológico de vanguardia.

jueves, 6 de febrero de 2014

UN APUNTE SOCIALDEMÓCRATA

La incertidumbre económica cuestiona las políticas públicas y orienta el modelo de satisfacción hacia la lógica del mercado.
El conocimiento empírico de la realidad nos pone de manifiesto que el mercado no da respuesta a los problemas sociales, ni proporciona la respuesta a importantes necesidades humanas, individuales y colectivas.
Los sistemas de provisión pública deberán perfeccionar sus hábitos de funcionamiento, así como sus presupuestos teóricos.
Mejorar la interdependencia y la eficacia de cada uno de los subsistemas es un desafío de los gobiernos.
¿Cómo puede, en definitiva, la Socialdemocracia adaptarse a la nueva situación sin renunciar a sus señas de identidad ideológicas? Pienso que habrá de recoger todos  aquellos aspectos que vinculados a sus señas de identidad han demostrado su virtualidad en distintos momentos de nuestras sociedades, haciendo más felices y más libres a las personas.

lunes, 13 de enero de 2014

EL DESACOPLAMIENTO DE LAS CLASES MEDIAS

En varios artículos he hecho referencia al llamado “desacoplamiento” de las clases medias respecto al Estado de Bienestar; pero tengo la sensación que no he señalado con suficiente amplitud y claridad una realidad sociológica de gran importancia en un país como el nuestro, de manera especial en un periodo de crisis económica.
Este fenómeno hace referencia a la dualización de la Sociedad entre un sector activo: una clase media confortablemente instalada en el sistema capitalista, y los sectores pasivos: aquellos que han salido del mercado de trabajo o no han llegado a entrar nunca en él.

jueves, 9 de enero de 2014

CRISIS ECONÓMICA Y ESTADO DE BIENESTAR

Es bien sabido que las Instituciones del Bienestar forman parte de las señas de identidad del pensamiento socialdemócrata con la misma fuerza con que el mercado lo hace en cuanto a la ideología liberal.
No es de extrañar, por tanto, que hoy en día el ámbito de los servicios públicos sea el escenario del debate ideológico donde las dos opciones pugnan por imponer sus lógicas.
Ante una crisis como esta, soy partidario de poner límites a lo superfluo para consolidar lo esencial. Lo superfluo, se ha desarrollado por un déficit planificador de tal suerte que hoy nos encontramos con instrumentos obsoletos, muy costosos y sin utilidad que solo han respondido a intereses concretos, en ocasiones espurios, amparados por el demagógico “todos tenemos derecho a todo y a la puerta de casa”.
Entiéndase bien, no estoy diciendo que poner límites sea el primer paso para otras estrategias. Abordar los puntos débiles del sistema es hacerlo menos vulnerable.
Las demandas sociales sobre el Estado de Bienestar son crecientes y la priorización y/o discriminación positiva de las mismas es la única estrategia razonable para poder atender más integralmente las demandas de los sectores más desprotegidos.
Los condicionantes económicos, la eficiencia distributiva y la capacidad técnica han de ser el trípode sobre el que construyamos la salida a la situación actual. Siempre desde el estímulo al potencial productivo y la aplicación del esfuerzo personal como ética colectiva y garantía de equidad.