lunes, 19 de mayo de 2014

LA MEDICINA, COMO INSTITUCIÓN SOCIAL

La Medicina, como Institución, se debate dentro de esta gran paradoja, en la que el centro de gravedad parece situarse del lado de las visiones tecnológicas, contrapuestas a las concepciones sociales. Ello no deja de ser congruente con las lógicas dominantes en las sociedades capitalistas avanzadas y con el despliegue de las capacidades mercantiles del complejo médico- industrial, así como con los valores inmediatos, consumistas y hedonistas característicos de esta sociedad que vivimos.

Todo esto tiene varias consecuencias:

La gran capacidad de la Medicina para solucionar problemas individuales, medicaliza importantes esferas de la vida social, como por ejemplo, las toxicomanías y el alcoholismo, los problemas de la ancianidad, la planificación familiar o un amplio campo de los comportamientos sociales, que son definidos en términos patológicos (depresiones, stress, conflictos familiares, fracaso escolar, problemas sexuales, etc...). No se trata de que estos ámbitos sean ámbito exclusivo de la Medicina, pero sí que, en su definición y tratamiento, la Medicina desempeña un rol fundamental.

La imposibilidad de que la Medicina dé respuesta adecuada a todos estos problemas (cuya génesis es social, demográfica, cultural, económica…, pero no orgánica) hace que su enorme capacidad y eficacia en el ámbito individual sea mucho más limitada.

Aún, más: conjuntamente con lo anterior, las enormes expectativas sociales que la Medicina despierta entre los ciudadanos,
acerca de su capacidad tecnológica y científica para dar solución - actualmente o a muy corto plazo- a las grandes o pequeñas patologías de nuestra civilización (desde el cáncer, las enfermedades cardiovasculares, el síndrome de Alzheimer, el SIDA o las alergias, hasta toda la amplia gama de trasplantes que prometen sustituir cualquier órgano deteriorado y colocar uno perfectamente funcional, pasando por los desórdenes de la menopausia o el crecimiento, las disfunciones del sistema inmunológico, las malformaciones fetales o el propio envejecimiento) ha ayudado al actual sobredimensionamiento de la Institución Médica, su omnipresencia social y, desde luego, al enorme crecimiento del gasto sanitario, que en estos momentos consume entre el 6% y el 15 % de la riqueza nacional en los países desarrollados.

Los grandes centros hospitalarios han sustituido, en la imagen pública, al médico de familia, como símbolo de la Medicina moderna; al tiempo, la tendencia creciente a la organización de los médicos de asistencia primaria en grupos -bien, bajo la dependencia pública, como en los centros de salud españoles, bien como agrupación profesional privada, lo que se da con cada vez mayor frecuencia incluso en sistemas tan dispares como el de los Estados Unidos de América y el del Reino Unido- parece ir minando la relación humana entre el médico y sus pacientes, cada vez más impersonal y, por ello, menos satisfactoria para ambos.

Los médicos de asistencia primaria oscilan entre dos polos: el de la funcionarización o asalarización, ninguno de los cuales es congruente con su sistema de valores, todo ello en un clima financiero restrictivo que tiende a controlar cada vez más intensivamente sus prácticas profesionales y su toma de decisiones.

 La imagen del profesional liberal autónomo va desapareciendo, al tiempo que la del médico de familia: bien, por la vía del salario, bien por la de la capitación, bien por la del contrato de tarifas pactadas, el médico de hoy es mayoritariamente un asalariado, en la concepción más amplia posible del término; se encuadra en organizaciones, comparte recursos y decisiones, es evaluado desde diferentes ópticas y trabaja en equipo con un horario.

Sin embargo, los médicos hospitalarios -teóricos beneficiarios del nuevo paradigma asistencial- tampoco permanecen ajenos a este clima de frustración; el hecho de que entre el 60% y el 70% del gasto sanitario se produzca en los hospitales y de que el fuerte desarrollo tecnológico y científico genere nuevas expectativas y demandas entre los ciudadanos, hace que las actividades profesionales sean objeto de control, evaluación y delimitación.


 La autonomía profesional se erosiona y el papel de los gerentes se ve potenciado por la necesidad de obtener cuentas de resultados financieras que permitan el mantenimiento de los servicios. Una vez más, el fenómeno es independiente del carácter público o privado de los sistemas. Sorprendería comprobar cómo el sistema que mayor desarrollo conoce de las fórmulas controladoras, evaluadoras e, incluso, coactivas (presupuestos clínicos, segunda opinión obligatoria antes de la cirugía, evaluación de procedimientos, listas negras con los mayores consumidores de recursos, compartición de riesgos económicos, re-certificación periódica obligatoria, control administrativo de las órdenes asistenciales, etc...) es, precisamente, el privado norteamericano.

jueves, 8 de mayo de 2014

MEDICINA, SOCIEDAD Y SALUD

Después de evaluar las relaciones entre la medicina  y la sociedad, la profesión médica y la sociedad, así como reparar en la medicina como institución social, entiendo y propongo que la relación entre la medicina y la sociedad debe establecerse sobre bases de cooperación mutua, teniendo siempre en cuenta que, en tanto que Institución Social, la medicina debe tener vocación de servir a la sociedad.

Se hace también necesario redimensionar la medicina tanto en su ámbito de actuación, como en sus limitaciones y posibilidades.

En su ámbito de actuación, evitando medicalizar la vida social y sin esperar que la medicina aporte soluciones a problemas cuya etiología no sea biológica sino social.

En cuanto a sus limitaciones y posibilidades, evitando depositar en la medicina capacidades que “chocan” con el estado de la ciencia en cada momento.

Desde el punto de vista de las interconexiones entre la profesión médica y la sociedad, parece asentarse un nuevo marco de relaciones entre el ciudadano, los servicios sanitarios y los profesionales de la salud.

Este artículo se desarrolla en tres capítulos: Medicina y Sociedad, la Medicina como Institución Social y Profesión médica y sociedad, que desarrollaré en tres semanas.