martes, 10 de junio de 2014

PROFESIÓN MÉDICA Y SOCIEDAD

Los procesos adaptativos en las profesiones modernas son mucho más eficaces y ágiles que en las que -como la Medicina y el Derecho, por ejemplo- han alcanzado un elevado grado de institucionalización. La Medicina moderna debe adaptarse a las nuevas realidades sociales, demográficas, económicas, tecnológicas y políticas, sin que quepa interpretar éstas como el simple resultado de la acción reguladora arbitraria del poder sanitario (ya sea éste el Estado y/o los grupos empresariales del sector).

Este proceso adaptativo es difícil y conflictivo, porque choca de lleno con los valores tradicionales más importantes de la profesión: autonomía, relación benéfica, e incondicional con el paciente, desarrollo científico y tecnológico sólo condicionado por el estado de la Ciencia en cada momento, autonomía plena y con acceso ilimitado a los recursos disponibles y un elevado estatus profesional y personal -nivel de renta, prestigio, poder fáctico, etc., como miembros de la comunidad.

El tercer vértice del triángulo, junto con la Profesión Médica y el poder sanitario, son los ciudadanos, en su rol de pacientes. Los nuevos cuadros de valores firmemente instalados son más pragmáticos, utilitarios, e individualistas. Han caído grandes mitos y, entre ellos, el mito del Profesional como autoridad experta en un área de conocimientos expresamente reservada a su ámbito de actuación.

 El ciudadano desempeña un rol político más relevante que hace unas décadas y un rol social, mucho más activo. De  la beneficencia a los derechos, también en el acceso y uso de los servicios sanitarios. Ello lleva implícito un escrutinio mucho más severo de los servicios profesionales recibidos y, aunque la Medicina sigue poseyendo un halo de respetabilidad social muy alto, el reforzamiento del rol de ciudadano más informado y exigente se deja sentir claramente entre los médicos.

Si a ello le añadimos que las exigencias son sensiblemente superiores, sobre todo, en cuanto a confort, trato personal, accesibilidad e inmediatez, etc., podremos concluir que emerge y parece asentarse sólidamente un nuevo marco de relaciones entre el ciudadano, los servicios sanitarios y los profesionales de la salud.

El fuerte desarrollo del sistema sanitario no se ha realizado exclusivamente en base a la Medicina; sino que también se ha consolidado la enfermería y han ido emergiendo (técnicos, salubristas, pedagogos, dietistas, químicos, físicos, biólogos, informáticos, etc.) nuevas profesiones cualificadas que han pasado a desempeñar un papel esencial en las modernas organizaciones sanitarias. Las fronteras que separan a las diferentes profesiones se han ido difuminando y los puntos de fricción y colisión entre ellas han ido aumentando.

Por último, el fuerte desarrollo de la concepción empresarial de las organizaciones sanitarias -privadas, pero también públicas- ha introducido nuevas culturas y lenguajes en el mundo profesional y, sobre todo, ha supuesto la necesaria complementariedad de las decisiones médica y gerencial. La inclusión de estas culturas y lenguajes (eficiencia, costes, recursos, rentabilidad, evaluación externa, estrategia empresarial, cartera de servicios, efectividad, calidad, satisfacción de clientes...) es sumamente difícil y produce resistencias lógicas.

Todo lo anterior conforma un panorama difícil para la Profesión Médica, en todos los sistemas y países; cual es la necesaria adaptación a una realidad inevitable que se ve dificultada por el desarrollo de un creciente malestar, de la percepción de amenaza a valores y estatus, de resistencias a los cambios y de una cierta -y creciente- fragmentación interna en la profesión.

Ello da lugar a una cierta culpabilización recíproca, con la Institución Médica desarrollando sentimientos de amenaza a sus valores que atribuyen al poder sanitario, y éste desarrollando a su vez una preocupación cada vez más alta acerca de las consecuencias de la toma de decisiones sobre el gasto, la eficiencia, rentabilidad y efectividad de los servicios de salud.

La situación descrita es complicada de resolver, pero, sin duda, la mutua culpabilización sólo produce anticuerpos en ambas instituciones y paraliza la posibilidad de entendimiento; es por tanto necesario, para la salud del sistema un gran entendimiento, derivado de la comprensión de la realidad.

Las relaciones entre Medicina y Sociedad nunca han estado libres de tensiones; pero, exige una creciente mentalización de la Profesión Médica con respecto a un nuevo tipo de organización profesional al servicio de la sociedad y que, precisamente en ello, encuentre potenciado su rol social como Institución perdurable y necesaria.